Historias De Parto

5 comentarios:

  1. GRANADA. PARTO EN CASA
    PARIR, es algo que deberíamos escribir siempre en mayúsculas. La experiencia que es capaz de marcarnos para siempre debería ser siempre una experiencia positiva, emocionante, familiar…sin embargo no siempre es así.

    Fui madre por primera vez hace ahora casi cuatro años, y lo que prometía ser algo deseado, anhelado se convirtió en una experiencia un tanto frustrante.

    Tuvimos un parto provocado porque estando de 42 semanas decidieron que era el momento de que Laura naciera aún sin tener ni ella ni yo ningún problema para esperar…El trato en el hospital fue impersonal, desagradable y con una falta de empatía que reconozco me sorprendió. Creo que no deberían olvidar que son testigos de excepción del momento más importante de muchas parejas y a veces el sentirte paciente de hospital enfría del todo la experiencia…

    Laura nació sana y a pesar de ser una niña muy deseada yo no podía dejar de sentirme triste y vacía. La experiencia hospitalaria no me ayudó. No ocurrió nada especialmente anormal en nuestro parto, fueron un cúmulo de pequeñas cosas las que hicieron que un “parto normal” para ellos, para mi no lo fuera.

    Todo fue pasando gracias a la ayuda, cariño y comprensión de mi pareja Antonio y al cabo de tres años decidimos tener otro bebé. A los tres meses de embarazo y sin motivo aparente sobrevinieron las pesadillas sobre el parto de Laura; no podía quitármelo de la cabeza; recordé hasta los más mínimos detalles que creía olvidados. Estar embarazada es una experiencia increíble, lo mejor que me ha pasado en la vida, y no podía ni imaginar que fuera a desperdiciarla con tantos temores.

    Por suerte nuestro “ángel de la guarda” (Blanca) matrona que conocí en el embarazo de Laura, volvió a cruzarse en nuestras vidas. Tenía una visión distinta, totalmente distinta del embarazo y el parto y aunque cuando nos propuso parir en casa me pareció una locura…bendita locura! Tardamos un día en saber que eso era lo que queríamos para Hugo, nacer en casa; lo difícil fue tomar la decisión de mantenerlo en secreto, por nuestra tranquilidad y la de nuestra familia…fue mejor así. Temíamos que se convirtiera en un debate familiar y al final perdiéramos toda la magia y tranquilidad que buscábamos.

    Hugo también se hizo esperar y aunque la decisión de que naciera en casa estaba tomada, a medida que pasaban los días nos íbamos impacientando. Ya tuvimos un parto provocado y ahora con la fecha de ingreso para el siguiente..Blanca fue siempre un encanto, una verdadera amiga que se convirtió en nuestra sombra y nuestro consuelo las semanas previas al nacimiento. Teníamos previsto ingresar el 12 de agosto pero puesto que todo iba bien Blanca nos animó a esperar un poco para que el parto se desencadenara naturalmente. Esa misma noche nos pusimos de parto; en apenas media hora Hugo estaba saliendo de mí y no me pareció que lo perdía como con Laura. Sentí que le compartía con Antonio, Laura y Blanca y ya esa sensación fue para mi reparadora…Entonces entendí que hay partos que curan, que no hay nada que alivie tanto el dolor como vivir la misma experiencia de un modo distinto, un parto que debería ser: respetado, acompañado, compartido, celebrado…la cara de Blanca al nacer Hugo se parecía tanto a la nuestra…!! Estaba feliz y orgullosa como una madre y en parte para él lo es.

    Sé que es una experiencia distinta, que nos da miedo por el desconocimiento, pero a mi me ayudó y aún hoy lo sigue haciendo: porque vivo esta maternidad plenamente desde el mismo instante en que Hugo nació rodeado de rostros sonrientes y de puro amor y tranquilidad.

    Me siento especial y no por haber dado a luz en casa…, me siento especial porque le hemos dado a nuestros hijos el regalo más importante que podíamos darles: la experiencia de nacer en casa y a Laura el participar en el nacimiento de su hermano Espero que les acompañe y les una toda la vida.
    FUENTE: http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=698&Itemid=82

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  2. GRANADA. PARTO EN HOSPITAL CLINICO SAN CECILIO
    Mi nombre es Alicia, tengo una preciosa hija, Leire que nació el 20/8/06, siendo una experiencia impresionante, alucinante, impactante. Entregué un plan de parto en el hospital Clínico de Granada. La mañana del 20/8 me desperté con dolor de riñones y ovarios. Tenía contracciones regulares, me bañé y bebí agua. Decidimos ir al hospital. Cuando entramos por urgencias, la doctora ya sabía quiénes éramos y el tipo de parto que deseábamos. Eran las 9:00 y tenía dos cms. Nunca me hablaron de rasurarme o de enemas. Estar sentada o tumbada, intensificaba el dolor de riñones, me pasé el día pasillo arriba y abajo. Tenía la ruta hecha, del alféizar de la ventana al radiador del pasillo, y del radiador a la ventana. Mi marido, resignado, me hacía masajes en los riñones, que vienen de perlas. Me hicieron 2-3 exploraciones y yo pedí la última. ¡Tenía tantas ganas de ver a mi hija y de dejar de sentir dolores! A las 17:00 estaba de 6-7 cms. Y aquí fue cuando decidí no ponerme la epidural. Yo no había renunciado, sin embargo, al comprobar que estaba aguantando, decidí seguir adelante sin ella. La matrona me dio muchos ánimos, fue muy amable. Esto me dio fuerzas, pero ahora ya casi no soportaba ni estar sentada. Con ocho centímetros y la bolsa intacta, entramos al paritorio y ahí empezó lo bueno. Había varias matronas, no una sola. Y se iban turnando. Sabía que el expulsivo es la mejor parte y había leído duraba una hora. No llevábamos ni media hora en el paritorio, cuando me dijeron que ya estaba de diez centímetros y que podía empujar cuando quisiera. “¿Ya? ¡No me lo puedo creer! ¡Esto va de escándalo!” ¡Pues qué equivocada estaba! Me dolía muchísimo, pero no tenía ningunas ganas de empujar. Y así una hora, dos… Y nada, sólo dolor y más dolor, cada vez más intenso. Un calor insoportable, por no hablar de la sed. Yo pensaba que algo iba mal, era demasiado tiempo, no era normal. Le dije a una matrona: “No sale, no va a salir, no tengo ganas de empujar…” Me estaba desesperando. Y ella me calmaba: “Chiquilla, ¿cómo no va a salir? Si no hay ninguna prisa, cuando te vengan ganas, empuja, no pasa nada…” Y finalmente, comencé a notar ciertas ganas de empujar. La matrona empezó a decirme que necesitaba que subiera al potro para que saliera la niña Lo intenté, pero era tocar el asiento y pegar un salto. Aguantaba el dolor apoyada de brazos sobre el potro obstétrico; y cuando me venían las ganas de empujar me agachaba, sujetando fuerte con las manos una barra del potro, y apretaba. Así que la matrona tuvo que hacerse a la idea de coger a la niña conmigo agachada, detrás de mí. Puso unos paños en el suelo, mientras no cesaba de repetir: “Así no veo nada, esto no lo he hecho yo en la vida, no sé qué va a pasar. Al final la niña nació a las 20:40. La matrona la cogió sin problemas. La bolsa se rompió una media hora antes de que ella saliera. No necesité ni epidural ni episiotomía, y si me hubieran dejado, hubiera podido salir a pie del paritorio sin problema. Tuve una pequeña fisura, ni medio centímetro, que me produjo durante unos días un pequeño escozor al ir al baño. Y apenas vi a mi hija, dejé de sentir dolor, y fue como si no hubiera pasado nada. Ni siquiera estaba cansada. En cuanto a lo que sentí cuando la tuve delante, sobre mi pecho, no hay palabras en el mundo que puedan describir eso, hay que vivirlo. Nació de forma totalmente natural. Leire empezó a mamar, aunque mal. Y a pesar de que yo había visto infinidad de carteles y vídeos sobre lactancia, no supe hacerlo. Casi perdí la leche y tuve dolorosas grietas. En el centro de salud una pediatra muy amable nos ayudó y explicó cómo había que hacer.
    FUENTE: http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=425&Itemid=82

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  3. Granada. Hospital materno-infantil 2005
    Extracto: soy Graciela madre de Ariadna y guardo un recuerdo poco grato de mi parto. Tras dos horas con dolor, fui a urgencias. Cuando decidieron pasarme a una habitación, el celador me trató fatal “¡venga!, vete por ese pasillo hasta el ascensor” y yo no podía andar. Acto seguido, celadores compañeros suyos me proporcionaron una silla de ruedas. Cuando entré en la habitación, me quise morir. Aquello parecía uno de esos siniestros hospitales que salen en las películas de terror. Las paredes estaban muy sucias, el suelo picado, el camastro con somier de muelles y un colchón que se te clavaba todo. El aseo pequeño, viejo y muy oscuro. Empezaron los dolores de verdad. Empecé a llorar y ya no controlaba los nervios. De pronto entró una enfermera y me puso un enema que no hizo más que empeorar las cosas. El dolor que me provocó el maldito enema se sumó al de los dolores de las contracciones y ahí ya no pude contenerme y grité, grité mucho. De todo este esperpento, cayó un ángel llamado Carmen. Una mujer de Asturias quien usó palabras de cariño, de amor. Me mostró que yo le interesaba y que estaba pasando por algo precioso. Me aplicó una técnica de relajación uterina que hizo paliar todos mis dolores y mis nervios y que dilató mi útero medio centímetro en muy poco tiempo. Entonces rompí aguas (sucias) y ya fue todo correr. Me pusieron la epidural, la oxitocina y me llevaron a dilatación. Yo gritaba de dolor, me envolvieron una sábana entre las piernas y me dejaron sola en aquel nuevo antro. Entonces grité más aún y nadie venía. Las matronas solas tomaban decisiones y a mí no me contaban nada. Una de las matronas que me atendió estaba embarazada de 6 meses. Y le pedí que me diera la mano, y me dijo que no. Que ni se me ocurriese tocarle ni un pelo. Que no estaba ella para que le apretasen las manos. Por fin llegó el anestesista me puso la epidural y ya me relajé. La oxitocina hizo el resto. Luego mi marido me dijo que una de las dos matronas que estuvo conmigo mientras dormía, se puso la radio con unos auriculares a todo volumen, que se echó para atrás y pasó del monitor y de todo. Con 9 cm. dijeron que empezase a empujar allí mismo, yo no tenía sensibilidad por la epidural. En la sala de partos Ariadna estaba coronando, pero no salía porque yo no tenía sensibilidad para empujar. Mi marido se mareó, y yo no paraba de vomitar. Cuando el monitor reflejaba una contracción, me decían que empujase. La matrona se subió sobre mí varias veces para practicar esa técnica que no sé cómo se llama. Pero no dio resultado, así que la ginecóloga se subió de nuevo y me dijo: ¡mañana tendrás la tripa amoratada! Y nació Ariadna. Pero entonces, vino lo peor. Entonces se llevaron a mi niña a una cuna cercana y empezaron a hacerle cosas que yo no vi. Lloré y grité hasta la extenuación y escuchaba a una mujer decir: “¡vamos Ariadna, vamos bonita respira!” En ese momento se me cayó el mundo encima. Era como si me hubiese atropellado un camión, me temí lo peor. Pero, de repente escuchamos su llanto y mi marido y yo sentimos una felicidad enorme. Yo estuve en observación al igual que mi niña. Me metieron en una habitación horrorosa. Hasta las 10 no llegué a la habitación. Allí estaban todos. Desesperados porque no sabían nada absolutamente de mí. Mi marido preguntó hasta ponerse pesado. Pero nada, la información brillaba por su ausencia. Hasta las 6 de la tarde no pude ver a la niña, la cogí y me invadió una sensación magnífica de amor. Mientras estuve allí, las enfermeras no me lavaron ni una vez. El médico que pasó a verme me dijo que la herida debía estar más limpia. De repente me puso las manos en mi barriga y apretó con todas sus fuerzas sin avisar. ¡Qué dolor tan terrible!
    Pero pese a que la experiencia fue horrorosa, nuestra hija Ariadna es lo mejor que nos ha pasado. Qué pena que viniese al mundo de esa manera tan atropellada
    Fuente:http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=528&Itemid=82

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  4. Granada. Hospital Materno Infantil
    Extracto: Con 20 años y muy feliz me enteré de mi embarazo. Comencé los cursos de preparación en la semana 30. La matrona dijo que era demasiado tarde. En una de las clases pregunté si podíamos negarnos a que nos pusieran oxitocina y dijo “puedes salir corriendo si quieres, pero lo que te hagan es por tu bien", me sentí una tonta y pensé que era verdad, ellos saben más que yo.
    El 24/6 empecé a notar dolores de regla cada vez más fuertes. Sobre las 15:30 le comenté a mi madre que tenía molestias y dijo que ibamos a contar cada cuanto tiempo eran, y eran cada 10 minutos. Al ser cada 3 minutos fuimos al hospital, me hicieron un tacto indoloro, estaba de 5 cms. Llego a dilatación, una chica me puso un enema, luego me abre una vía tras tres dolorosos intentos fallidos.
    La matrona me explora, estaba de 6 cm y me puso oxitocina para dilatar ¡¿más rápido?! Había dilatado un centímetro en media hora. Ahora las contracciones son más dolorosas, me ofrecen la epidural, digo que no. Me dice: "Te voy a romper la bolsa, no te va a doler". Pasó media hora, la matrona dijo: "haz un pujo". Metió los dedos y yo pujé, me hizo una dilatación manual y dijo: "nos vamos a paritorio". Pasé al potro con los cables colgando y con el gotero. Me instan a que puje, “Aguanta más el pujo, que el niño está muy arriba". Claro, no le habían dejado tiempo para que bajara y además yo no sentía ganas de empujar y tenía que hacer mucho esfuerzo. Al 3-4 pujo una chica se subió en un taburete y empujaba en el vientre cada vez que yo hacía un pujo. Sentía que me faltaba el aire cada vez que se echaba encima de mí. Entonces oí a dos señoras que había allí decir: "Corta ya, corta ya!" Y escuché también a la matrona que dijo: "Que pena, tiene un periné buenísimo, si empujara mejor..." En ese momento sentí vergüenza porque según la matrona yo no sabía empujar bien. En la siguiente contracción la matrona me dijo que iba a hacerme la episiotomía y cuando note las tijeras en el periné instintivamente grité aunque en realidad no recuerdo si me dolió. Tuvo que dar un segundo corte y la escuché decir que las tijeras no estaban bien afiladas.
    A las 19:23 cogí yo misma a mi niño, me lo dejaron 1-2 minutos, se lo llevaron para hacerle no se qué y luego al nido. Salió la placenta y me cosieron la episiotomía. No sé cuantos puntos me pusieron pero más tarde al tocármelos descubrí que bastantes porque tenía como un mazacote de puntos que me hacían ver las estrellas.
    Por fin llegó mi marido y su primer recuerdo que tiene de nuestro hijo es detrás de un cristal con una enfermera metiéndole una sonda por la garganta para sacarle las mucosidades. Pasé allí dos días, con un trato que dejaba bastante que desear por parte de las enfermeras que me reñían por pedir más compresas. Una de las veces le dije a una enfermera que el niño no se cogía bien al pecho y que lloraba de hambre. Me dijo que seguro que era porque le habían dado un bibe con suero en el nido pero que ya se engancharía. En la revisión con el pediatra a las veinticuatro horas de nacer, se lo volví a comentar y me dijo que si no se enganchaba le diera biberones con Blemil Plus ¡Qué gran ayuda con la lactancia! ¿Verdad? Por fin, a las 48 horas salí de allí.
    FUENTE: http://www.elpartoesnuestro.es/index.php?option=com_content&task=view&id=247&Itemid=82

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  5. Granada. Parto en Hospital Clínico San Cecilio.
    Con dos semanas de anticipación y cambio de luna, rompí aguas el 18/2 a las 23.30 hs. Como las aguas eran limpias, me duché y con total calma, la que nunca había tenido en mi vida, emprendimos camino al hospital, mi marido y yo. Al llegar una celadora de lo más cariñosa me recibió en la entrada y acompañó al mostrador. Me subieron a la 6º planta y allí me monitorizaron hasta casi las 2. Me pusieron antibiótico por haber dado positivo en el estreptococo. Tenía 1 cm de dilatación. Tanto l@s matron@s como enfermeras y celadores me trataron con mucho cariño. Nos instalamos en una habitación con dos muchachas más. Comí una galleta y tomé líquidos. Alrededor de las 3 nos dispusimos a descansar. Al pasar los minutos las contracciones empezaron a doler, las sobrellevaba con la respiración que me había enseñado mis matronas Lola y Blanca (de natación). Pronto me empecé a sentir bastante mal y me fui al baño para no molestar a las demás personas. Después de un rato me di cuenta que allí estaba pasando algo y llamé a mi marido quien avisó a la matrona de planta, Eloisa creo que se llamaba. Vino rápidamente, me masajeó los riñones y comprobó mi dilatación, estaba de 6-7 cms. Me llevaron volando en silla de ruedas por el pasillo, directo a paritorio, no había tiempo, eso estaba en marcha, pasaban de las 4. Me cambiaron de camisón, bromeamos entre contracción y contracción, y comprobaron que el niño estaba ubicándose perfectamente. En un par de contracciones más me entraron unas ganas terribles de empujar. Todo era tan rápido que a mi marido no le dio tiempo a juntar nuestras cosas y todavía no había llegado al paritorio. Me ofrecieron la epidural que rechacé, en cambio acepté el oxido nitroso.
    La matrona María del Mar, creo que se llamaba, aplacaba mi dolor con sus caricias y palabras de amor y aliento. Llegó mi marido y la cosa ya estaba en marcha, empujé y empujé, era doloroso, mucho, tanto que no podía reprimir gritar. El matrón que me asistió, Nicolás, era todo dulzura y me alentaba a seguir así, me guiaba en los pujos. Mi marido se mareó un par de veces por verme sufrir, yo sentía que se me iban las fuerzas pero pujaba porque deseaba que aquello se terminara. María del Mar me ofreció su mano pero la rechacé, temía partírsela en un apretón, igual el sólo gesto para mí fue suficiente alivio. Un matrón mayor que supervisaba todo disuadió a Nicolás de hacer una episiotomía, y lo agradezco. Al final mi niño nació a las 5.28 hs. Media hora tardó la placenta en salir, y eso lo recuerdo muy doloroso como la hora que les llevó coser el desgarro de tipo 2, que por ser tan grande se me pasaba el efecto de la anestesia.
    Tuve el parto que deseé, sin rasurados, enemas, episiotomías ni epidural. Tuve un parto natural y respetado, y en ningún momento se llevaron a mi niño de nuestro lado, desde que nació estuvo con nosotros, no le hicieron nada que no consintiéramos. Tuvimos una grata experiencia, que superó cualquier expectativa que tuviéramos. Un gran grupo de profesionales que trabajaron con el corazón y a quienes les estamos muy agradecidos.

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